Un monumento a la contaminación ambiental

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Ysrael Abreu. (Fuente externa)

POR YSRAEL ABREU

La sostenibilidad económica implica el uso de prácticas económicamente rentables que sean tanto social, como ambientalmente responsables.

Conjugar la vida en sociedad, el medioambiente y la rentabilidad económica, son las tres variables que forman parte íntegra de cualquier institución que pretenda permanecer en la línea inevitable y permanente del tiempo.

El Estado dominicano, es decir el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial enfrentan grandes retos relacionados con hacer cumplir las leyes que procuran la sostenibilidad económica, la vida en convivencia y la conservación del medioambiente.

No es posible que tantas opiniones profesionales, legales y comunitarias no provoquen el llamado de atención de las diferentes autoridades y quizás hasta de los mismos empresarios de la empresa Seaboard al respecto de la falta de sostenibilidad económica, el cual está siendo objetada por diferentes sectores de la sociedad dominicana.

Leer y escuchar el pronunciamiento del Instituto de Abogados para la Protección Medioambiental (INSAPROMA), llegar al extremo de negar información de carácter público, depositar un estudio adverso relacionado con el daño medioambiental que produce la planta Seaboard a orillas del río Ozama, me hace dominar la acción como un monumento a la contaminación ambiental.

Por otro lado, el Colegio Médico Dominicano (CMD) recibió un estudio de parte de diversas organizaciones comunitarias realizado por la Alianza Mundial de Derecho Ambiental, el cual reveló que hay contaminación térmica, del aire; además del ruido y la vibración que producen las dos barcazas de generación eléctrica sobre el río Ozama.

Y, finalmente, la opinión de un prestigioso ambientalista como lo es el señor Luis Carvajal, quien afirma que estas barcazas son una agresión contra los ecosistemas, la salud de la gente y el ordenamiento jurídico local e internacional.

¿Qué debe pasar para que este monumento a la contaminación ambiental sea movido a otro lugar, donde los efectos de sus operaciones sean sostenibles en el tiempo?

¿Tendremos que esperar que este tema trascienda internacionalmente, que Alicia Ortega y Nuria Piera, de manera conjunta o indistinta tengan que realizar sus acostumbrados reportajes?

¿Qué poder del Estado será el que intervendrá de manera oportuna ante esta situación?

Mientras tanto, en República Dominicana tenemos un monumento a la contaminación ambiental, ubicado en el cuarto río más importante de nuestro país, en el centro de la ciudad más grande y con la densidad poblacional más alta de toda la nación.

La rentabilidad no puede anteponerse a la vida en convivencia o a la sostenibilidad medioambiental, puesto que la primera no puede sostenerse en el tiempo si no convergen adecuadamente con las demás variables.

Que Dios nos agarre confesados ante un monumento a la contaminación ambiental, como el que actualmente exhibe República Dominicana.

Por Ysrael Abreu

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