Autor: Ramón Féliz Lebrón
Al buscar algún componente de electrodomésticos, vehículos y otros aparatos, nos ha tocado escuchar frases del vendedor como la siguiente: «es la misma pieza».
Como ciudadanos comunes, no tenemos que ser especialistas para darnos cuenta cuándo un artículo visualmente no es del mismo tamaño o característica del que necesitamos, pero insisten con seguridad invariable.
Una decisión preventiva es llevar siempre el aparato o al técnico para comprar la pieza, y así nos ahorrarnos otro viaje al establecimiento por suposiciones o caprichos.
Aquí la historia. Un vespertino antojo inspiró una refrescante batida, pero al volver con el voluminoso vaso para servirme de la licuadora, observé más líquido derramado que el disponible para degustar, procediendo a revisar qué ocurría.
Una junta de goma desgastada produjo el escape frutal y lácteo que motivó mi visita a una tienda de repuestos donde me entregaron un reemplazo más grande, y a pesar de mi decente reclamo de que no correspondía, no surtió efectos, y el vendedor me «convenció» mientras mencionaba varias marcas que son compatibles, según su «vasta experiencia».
Cuando llegué al hogar, la coloqué en la base de la licuadora, y probé con agua para evitar otro escape de jugo en caso de que no funcionara; sin embargo, el chorro inundó la meseta de la cocina.
Regresé a la tienda con la equivocada pieza para informarle al dependiente de su desacertada sugerencia, quien de inmediato me puso la correcta encima del mostrador sin más explicaciones técnicas, y se ocupó de otras cosas del negocio.
El cliente mal atendido se marchó sin que nadie se disculpara ni le pagara el combustible por ese segundo viaje que no programó.
Espero que al preparar un sándwich no se dañe algún botón de la tostadora, y que no pensemos dos veces en llevarla para evitar la frase: «es la misma pieza», sin serlo.
En los países desarrollados, entre tantos renglones ya superados, los servicios son de calidad con el personal competente en todas las áreas que cumplen las especificaciones para la satisfacción de los clientes y ciudadanos.
Otro detalle pendiente de erradicar es la desagradable percepción de que el cliente molesta por solicitudes básicas; y cuidado con ser partícipes de la expresión: «el cliente siempre tiene la razón», porque también los hay indecentes, pero hay situaciones que las gerencias y los empleados de los comercios deben manejar con inteligencia, y mantener la buena imagen institucional.
Y no solo el sector privado debe cumplir el compromiso de optimizar los servicios, pues la administración pública tiene también tareas pendientes en ese tema.
«Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión», decía Oscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés y muy destacado en Londres. Las primeras impresiones son aquellas que nos marcan y muchas veces nos ayudan a tomar ciertas decisiones.
Autor: Ramón Féliz Lebrón